DILEMAS DE LA
ACCIÓN POLÍTICO – DEMOCRÁTICA es un interesante trabajo de Guillermo
Gianibelli. En él podemos encontrar una serie de interrogantes muy sugerentes
que el lector sagaz hará bien en darle vueltas a la cabeza. Por lo que a mí
respecta intentaré aproximarme, no sin vacilaciones, a lo que nos solicita el
texto.
Tengo para mí que hace tiempo entramos en una fase de democracia
envejecida. O, por mejor decir, agotada. Las organizaciones políticas y
sociales más afectadas por ello son aquellas que se plantean un sentido, esto es, el desarrollo pleno
del sistema democrático. Es más, tengo la impresión de que incluso el sentido
parece desdibujado.
El mundo de la globalización
lo ha trastocado todo: las formas democráticas (y el ejercicio de la política)
siguen manteniendo el carácter local mientras que la economía-mundo, en sus
expresiones más significativas, es el gobierno real de las cosas. No se trata
solamente de una asimetría sino de un desajuste sistémico que maniata (y, por
lo tanto, inutiliza) la acción política de todos los sujetos, especialmente los
que tienen como bandera la transformación de la sociedad. De ahí que parta de
esta certeza: mientras la acción política mantenga su carácter (proyecto y
formas de representación) la democracia será un trampantojo. Es más, no sólo
podrá avanzar sino que quedará estancada, lo que equivale a decir que irá
involucionando.
Pues bien, si ello es cosa
sabida no encuentro explicación al hecho de que la izquierda (política y
social) no se decida a ser un sujeto plenamente –o, al menos,
tendencialmente-- global. Y si lo ignora
las consecuencias todavía serán más dramáticas.
En resumidas cuentas, no veo
de qué manera se pueden responder los incisivos y necesarios interrogantes
que plantea Gianibelli, si no se despeja
definitivamente el carácter aldeano de la política y sus consecuencias en la
democracia y en las izquierdas. No es un problema de escepticismo al por mayor
sino, como se ha dicho anteriormente, del desajuste sistémico entre lo global y
lo nacional. Que podría llevar a las fuerzas de izquierda a la oficina de
objetos perdidos do mora, ya inútil, la astronomía de Tycho Brahe.
El autor
acaba su artículo con una propuesta de este calado: La crisis como oportunidad es el
momento en que justamente las “seguridades” que supuestamente el sistema
confiere ya no son tales o muestran un resquicio en que la ecuación no es tan
satisfactoria en relación a las posibilidades de otro mañana. Ello implica,
también, que los movimientos sociales que lo alumbren rompan con las lógicas de
actuación dentro del sistema. Si el sujeto sindical constituido se mira menos
como gestor / contradictor de / en la crisis y más como sujeto vanguardia de
aquel sentido del poder constituyente puede que articule aquella potencia y
contribuya a conducir el porvenir.
Lo que, a decir
verdad, constituye un órdago a la grande. En efecto, creo que Gianibelli
acierta en la necesidad de que el sujeto sindical deje de ser “gestor /
contradictor de / en la crisis”. Pero sería importante que nos aclarase qué
quiere decir exactamente “ser sujeto de vanguardia”. ¿Se refiere a ser
vanguardia de los movimientos sociales? ¿sujeto de vanguardia de la sociedad?
Ruego amablemente que nuestro amigo Guillermo se extienda en cualquier blog del
universo Parapanda sobre el particular, y de esa manera podríamos seguir
conversando.
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