El 25 de noviembre hay elecciones en Catalunya. En
realidad la cosa estaba cantada. Se abre ahora un periodo totalmente nuevo en
la reciente historia de Catalunya y, por extensión, en toda España. En este
contexto nuevo veremos hasta qué punto las voces de las izquierdas son capaces
de alzar la voz y situar la cuestión social en el lugar que le corresponde o,
si por el contrario, todo el problemón de la situación personal de centenares
de miles de familias se queda, para las izquierdas, en una especie de suspiros
y sólo de lamentaciones.
Se sobreentiende que cada formación política planteará
su programa electoral. Así que ya iremos viendo si se va por la senda de llamar
pan al pan y vino al vino o si unos y otros se disfrazan de metáforas para no
infundir excesivas sospechas. Por lo tanto, tendremos ocasión de ver la
claridad o borrosidad de los programas, habiendo tomado nota las formaciones
mayoritarias de la novedad de las movilizaciones de masas censurando el fraude
de los programas electorales que posteriormente no sólo no se cumplen sino que
se hace justamente lo contrario.
Convergència i Unió, Esquerra Republicana e
Iniciativa están por la consulta para que se decida qué quieren los catalanes,
esto es, si un Estado propio o qué. Ahora
bien, en cada programa debería figurar con claridad no sólo el derecho a
decidir sino qué planteamiento particular hace cada formación. La izquierda no
puede escamotear lo que ella propone de manera concreta: si la permanencia en
el Estado español o la separación. O sea, se acabaron los antifaces.
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