jueves, 8 de septiembre de 2011

¿CÓMO HAN IDO LAS MANIFESTACIONES CONTRA EL BODRIO CONSTITUCIONAL?




Tengo la impresión de que todavía no se ha valorado lo suficiente la movilización contra el bodrio cocinado por Anás y Caifás, vale decir, la reforma de la Constitución. Todo el mundo, en efecto, tiene el deseo de esperar más. Y, sin duda, los convocantes de las manifestaciones del día 6 tenían en sus previsiones un seguimiento mayor. De ahí que, pienso, más de uno haya tenido la impresión de que ha sido una presión no excesivamente lucida. Yo veo las cosas de otra manera. Como dice la canción antigua, “todos queremos más”. Pero…


Pero conviene retener algunas cuestiones: primero, la necesaria (y urgente) respuesta al comistrajo constitucional estaba sólo presente en las amplias élites de la izquierda, pero no en la carne y los huesos del público en general; segundo, tal vez no se ha establecido el suficiente vínculo entre la reforma y la cuestión social; tercero, vivimos unos momentos de movilizaciones sectoriales que (todavía) no cuentan con el suficiente hilo conductor entre ellas mismas y con el origen central que provoca tales presiones. Por otra parte, es de cajón que la urgente respuesta no podía demorarse, a menos que la opción (equivocada, entiendo yo) fuera movilizarse a toro pasado. En resumidas cuentas, los convocantes debían hacer (e hicieron) lo que correspondía, incluso con independencia de los resultados. Ahora bien, de este proceso conviene sacar algunas conclusiones, aunque sean de tanteo, en esta presión que sin duda será de largo recorrido.


Primero, la izquierda política –tras estas movilizaciones generales y sectoriales-- debe seguir buscando el mayor diapasón de unidad para concurrir a las elecciones del 20 de Noviembre. Segundo, tras el resultado de los comicios (sea cual fuere el resultado de los mismas) la izquierda debe conformar un pacto de unidad parlamentaria, buscando el mínimo común denominador. Tercero, la izquierda debe reproponerse como elemento central la cuestión social en todo su quehacer tanto en su acción convencional partidaria como en la actividad parlamentaria. Cuarto, debe ser así mismo un sujeto político capaz mediar entre las diversas exigencias de los diferentes movimientos.


Lo que quiere decir aproximadamente lo que sigue: la centralidad de todos esos trajines está en la calidad de nuestra democracia; la cuestión social no es un mero acompañante del carácter y la calidad de nuestro sistema. De ahí que todos deban compartir ese paradigma, gestionado en y por la diversidad de todos los sujetos políticos de la izquierda y los que están en la izquierda. En todo ello no caben los intereses patriochiqueros, ni los idiotismos de corporación.



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