Las izquierdas europeas bajan y suben la pendiente de Sísifo. Derrota aplastante en España y triunfo en Italia, simbolizadas en el éxito clamoroso de Milán y Nápoles, y el batacazo de Barcelona y Sevilla.
Salvando las muchas distancias entre Italia y nosotros, tengo para mí que hay un elemento que, con mayor o menor proximidad, preside ambas situaciones: ambos electorados han castigado a sus gobernantes (muy diferentes entre sí); un buen cacho de ellos, en los dos países han advertido severamente que así no se puede continuar, al tiempo que advierten a sus representantes políticos de la izquierda y del centroizquierda que deben cambiar sus idiotismos de oficio.
He oído comentarios acerca del triunfo italiano. No pocos de ellos sacan ya la conclusión apresuradamente triunfalista de que se ha acabado el berlusconismo, sin advertir que debajo de ese sistema hay un profundo humus de complicada erradicación. Habrá que recordarles, tras la obligada celebración jubilosa a la que me uno desde la distancia, moderación y templanza en los análisis. Ya lo dijo el francés célebre, plagiando o no a nuestros clásicos: “Les gens que vous tuez se portent assez bien”. Que alguien en nuestra casa lo vertió en algo más expresivo: “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Cierto, no hay que desvalorar el triunfo italiano, pero tampoco conviene olvidar que es preciso rebañar a fondo en las patologías que crea (y en las que se apoya el berlusconismo) la sociedad civil. Acordaros de la famosa anécdota del “sancta simplicitas!”: también, dentro de la sociedad civil, no son pocos los que acostumbran a atizar la leña para chamuscar a sus semejantes.
En el caso español ocurre, aproximadamente, tres cuartos de lo mismo. Hay quien ha echado las campanas al vuelo repicando a muerto. Desde luego, la estocada ha sido de armas tomar. Pero, a pesar de ser durísima, también aquí, en nuestra casa, hay un considerable (y diverso) humus de izquierdas que ahora está en barbecho. En este caso, los muertos que algunos matan, no gozando de buena salud, siguen –unos como aquella Zarzamora que iba llorando por los rincones, otros decidiendo seguir haciendo lo mismo— mantienen el tipo y las ganas de seguir fatigosamente adelante.
Así pues, presten nuestros amigos italianos atención al propio barbecho [maggese] para no decir que, tras el triunfo, la cosa es pan comido. Y atiendan los de aquí el propio barbecho para que Sísifo vuelva otra vez a subir cuesta arriba. Recuerden, Sísifo sigue en la cuesta.
Salvando las muchas distancias entre Italia y nosotros, tengo para mí que hay un elemento que, con mayor o menor proximidad, preside ambas situaciones: ambos electorados han castigado a sus gobernantes (muy diferentes entre sí); un buen cacho de ellos, en los dos países han advertido severamente que así no se puede continuar, al tiempo que advierten a sus representantes políticos de la izquierda y del centroizquierda que deben cambiar sus idiotismos de oficio.
He oído comentarios acerca del triunfo italiano. No pocos de ellos sacan ya la conclusión apresuradamente triunfalista de que se ha acabado el berlusconismo, sin advertir que debajo de ese sistema hay un profundo humus de complicada erradicación. Habrá que recordarles, tras la obligada celebración jubilosa a la que me uno desde la distancia, moderación y templanza en los análisis. Ya lo dijo el francés célebre, plagiando o no a nuestros clásicos: “Les gens que vous tuez se portent assez bien”. Que alguien en nuestra casa lo vertió en algo más expresivo: “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Cierto, no hay que desvalorar el triunfo italiano, pero tampoco conviene olvidar que es preciso rebañar a fondo en las patologías que crea (y en las que se apoya el berlusconismo) la sociedad civil. Acordaros de la famosa anécdota del “sancta simplicitas!”: también, dentro de la sociedad civil, no son pocos los que acostumbran a atizar la leña para chamuscar a sus semejantes.
En el caso español ocurre, aproximadamente, tres cuartos de lo mismo. Hay quien ha echado las campanas al vuelo repicando a muerto. Desde luego, la estocada ha sido de armas tomar. Pero, a pesar de ser durísima, también aquí, en nuestra casa, hay un considerable (y diverso) humus de izquierdas que ahora está en barbecho. En este caso, los muertos que algunos matan, no gozando de buena salud, siguen –unos como aquella Zarzamora que iba llorando por los rincones, otros decidiendo seguir haciendo lo mismo— mantienen el tipo y las ganas de seguir fatigosamente adelante.
Así pues, presten nuestros amigos italianos atención al propio barbecho [maggese] para no decir que, tras el triunfo, la cosa es pan comido. Y atiendan los de aquí el propio barbecho para que Sísifo vuelva otra vez a subir cuesta arriba. Recuerden, Sísifo sigue en la cuesta.
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