Luciano Lama acostumbraba a decir que “la unidad sindical se hace y la división se teoriza”. Es posible que esta afirmación pueda aparecer como un tanto voluntarista, pero al menos tiene la virtud de exponer con lúcida sencillez una parte del problema.
Me propongo reflexionar sobre la necesidad de construir la unidad sindical orgánica en nuestro país, protagonizada obviamente por los dos grandes sindicatos. Para ello quisiera exponer el argumento central: las actuales generaciones de sindicalistas han vivido más tiempo en un consolidado proceso de unidad de acción que en momentos de confrontación o desunión. Si esto no es un argumento, que venga Dios y lo vea.
Añádase que los actuales dirigentes tampoco han presenciado las duras asperezas que vivimos los sindicalistas de mis tiempos. En algunos de aquellos entonces, los momentos de unidad eran la excepción: la división era un dato fisiológico. Algunos dirán que ahora también ha habido más de un momento de tensión. Por supuesto, pero ese momento u otros no son fisiológicos sino de higos a brevas.
Por otra parte, tiene su importancia que Comisiones Obreras y UGT sean miembros tanto de la Confederación Europea de Sindicatos como el Sindicato Mundial. ¿Qué lógica tiene vivir en la misma casa europea y estar separados en estos pagos?
Finalmente nos encontramos con que las razones ideológicas o políticas que motivaron las confrontaciones de antaño ya no existen. Así las cosas, ¿a santo de qué la familia sigue separada?
Como puede verse, no estamos ante la unidad sindical, concebida en clave de mitologema sino en base a la práctica real de la convivencia concreta –por supuesto, compleja-- de millares de sindicalistas dentro y fuera de los centros de trabajo. De esas generaciones que no vivieron el dramatismo de aquel lacerante “Mientes, Marcelino”, “Te equivocas, Nicolás” en aquel debate televisivo, en 1978, que pudo ver media humanidad. Afortunadamente, las cosas han cambiado.
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