lunes, 21 de junio de 2010

LA REFORMA DE LA EMPRESA


[Daniel Cando, compañero de viejas batallas]



Desde hace unas semanas venimos publicando directamente o conectando con otros blogs un conjunto de estudios sobre la llamada reforma laboral; sus autores son gente de reconocido prestigio: Miquel Ángel Falguera Baró y Antonio Baylos, Wilfredo Sanguinetti y Carlos L. Alfonso, don Lluís Casas y Antonio Álvarez del Cuvillo. Esta bibliotequilla de autores está concebida, sin expurgaciones, ad usum Delphini, perdón: para el uso de los sindicalistas. Quien se detenga a leer sus argumentaciones caerá en la cuenta de que estamos ante unas posturas sólidamente argumentadas; alejadas, por tanto, del berrido mediático. Comparto con una apreciable aproximación las reflexiones y propuestas de tan significativas personalidades. Y, como no tengo el vicio de la humildad, me dispongo a decir la mía con un enfoque diverso desde el mismo salón.


Este paquete de medidas está fuera de estos tiempos. Son, en mi opinión, una antigualla al margen de las grandes mutaciones de época que no responden al actual estadio postfordista en el que aceleradamente estamos entrando. Es más, a pesar de que mucha agua ha pasado bajo los puentes del río Genil desde las modificaciones de la primera reforma laboral, se sigue manteniendo la insistencia en “lo laboral”. Y con el mismo estilo cacofónico de la obsesión legiferante para resolver los grandes problemas de la economía española. O, por decirlo de otra manera: insistiendo en la inflación legislativa. Un inciso: quien vea en estas palabras una animadversión por mi parte al Derecho del Trabajo se las verá conmigo en duelo verbal a las seis de la mañana detrás de la catedral de Parapanda.


Los problemas de España están en la inadecuación de la economía en el tránsito al postfordismo en este nuevo territorio de la globalización. Ahí, ahí está el detalle; el zapaterazo es
agua, azucarillos y aguardiente: una música de ayer. En concreto, el problema a resolver –si quieren palabras mayores-- es el de la la reforma de la empresa como instrumento, aproximadamente capaz, de provocar un cambio de modelo productivo. Sí, aquel enunciado reformador que indicaba aquella Ley –otra vez la Ley como bálsamo de Fierabrás-- que anunció Zapatero y que, bien pronto, se vio que era un comistrajo sin tomo ni lomo.


En esas condiciones, la llamada reforma laboral –además de lo sensatamente dicho hasta ahora por los ilustres comentaristas mencionados arriba— sólo servirá, además de dar por saco a los trabajadores, empleados y funcionarios, para disputa de rábulas, esto es, leguleyos y picapleitos.


Radio Parapanda. "¿Una nueva dirección para la estrategia económica de la Unión Europea?" Informe realizado por Cecile Barbier, responsable de Investigación del . [DESCARGAR PDF]


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