EL CENTRO Y EL PUESTO DE TRABAJO NOCIVOS
El 5% de los trabajadores sufrió algún accidente laboral en 2007 y el 17,8% enfermó, según el INE, nos comunica el ciberboletín de comfia que nos tiene cotidianamente informados de los sucedidos, noticias y asuntos de interés. De entrada se pueden sacar unas primeras conclusiones: 1) la gravedad de la siniestralidad laboral y las enfermedades laborales; y 2) la persistencia de dicho problema, a pesar de la importante innovación tecnológica que se ha operado en el centro de trabajo. Digamos, pues, que sigue existiendo la `fábrica nociva´, el `centro de trabajo nocivo´. Lo que indicaría, dicho sin protocolo melindroso, que las tanteos aproximativos para resolver tan peliaguda cuestión no consiguen variar la tendencia del rayo que no cesa de la siniestralidad y las enfermedades laborales. Con el agravante de que éstas últimas, las enfermedades, parecen tener una característica de invisibilidad.
Algo muy importante no funciona en nuestro sistema de relaciones laborales. Ese algo está produciendo dolor y luto en las familias trabajadoras. Un algo que acaba siendo externalizado a los sistemas públicos de protección que, en este caso, operan como instrumentos de resarcimiento de unos problemas que están enquistados en el centro de trabajo nocivo. Lo que vendría a plantear que, también en España, tenemos un problema de “trabajo decente”, según la caracterización que, de ello, hizo en su día Juan Somavía. Esto es, “el que se realiza en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana”, según dejó sentado un organismo tan institucionalizado como la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El subrayado en la palabra `seguridad´ es nuestro por si alguien no ha caído en la cuenta. Y por si algún lector piensa que Somavía es un alto dirigente de la Enésima Internacional Trostkista, aclararé que en 1999 fue elegido director general de la OIT y reelegido en 2003.
Repito, algo no funciona regularmente. Así lo demuestra el gran número de “víctimas no consideradas” (1). “Entre las enfermedades de origen laboral, las principales causas residen en problemas respiratorios y pulmonares, con un 28,2%, seguidas de problemas óseos, articulares y musculares en caderas, piernas y pies (17,3%) y en la espalda (17,2%).” Lo que nos viene a reproponer que el problema tiene un origen meridianamente claro: los sistemas de organización del trabajo, diseñados unilateralmente por el dador de trabajo. Esto es, no negociados o insuficientemente negociados. Mientras se mantenga esta taylorización (real o camuflada) de la organización del trabajo persistirá el dolor, el luto y la externalización de las consecuencias del ejercicio de esa unidireccionalidad empresarial. De ahí que sigue siendo un desafío de primer orden que el sindicalismo confederal ponga encima de la mesa la cuestión de la codeterminación. Aclaro, he dicho codeterminación, no cogestión. Es decir...
...Es decir, debe entenderse por `codeterminación´ el permanente instrumento negocial de todo el universo de la organización del trabajo que queremos que vaya saliendo gradualmente de la actual lógica taylorista. Es decir, la codeterminación como método de fijación negociada, como punto de encuentro, entre el sujeto social y el empresario, anterior a decisiones "definitivas" en relación, por ejemplo, a la innovación tecnológica, al diseño de los sistemas de organización del trabajo y de las condiciones que se desprenden de ella. Sabiendo que todas y cada una de las condiciones que componen la organización del trabajo no son variables independientes entre sí ni con relación al conjunto del sistema.
Esta es una hipótesis de trabajo para intentar cambiar gradualmente la tendencia; lo dejà vue es la certeza de que la vida seguirá igual.
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