En la entrada de hace unas semanas LA MEMORIA HISTORICA DEL SINDICALISMO trataba el referenciado asunto en una clave que posteriormente me pareció de tipo personal, esto es, la memoria histórica de los dirigentes sindicales de antaño y, muy indirectamente, de los avatares de viejas experiencias sindicales como, por ejemplo, el fascinante itinerario norteamericano de los wooblies*. Lo que viene a continuación es una serie de nuevas referencias que engarzaré como buenamente pueda a la hora de entregar el texto definitivo para las Jornadas de Albacete sobre la Memoria histórica durante los días 6 y 7 de Marzo próximos.
Me parece obligado que el texto ponga en primer lugar la memoria histórica del y en el centro de trabajo. Esto es, la morfología de la empresa, los sistemas de organización del trabajo, las plataformas reivindicativas, el ejercicio del conflicto social (submergido y aflorado), la estructura categorial de su conjunto asalariado. En fin, toda una serie de materias capaces de inducir a una serie de investigaciones sobre cómo eran esas cosas en tiempos de ayer y antesdeayer. Para ello los especialistas en la disciplina deberán bucear en todos los papeles y documentos que, desparramados o no, todavía (en algunos casos) pueden encontrarse. Y podrán, de igual manera, recurrir a las fuentes orales, con independencia de las picardías y `desmemorias´ que algunas de ellas encierran.
Por lo demás, si bien es complicado poner en marcha esas investigaciones (y, peor aún, contar con las pesetillas de rigor para ponerlo en marcha; perdón, los correspondientes euros) sí se está en condiciones para que se generalice la costumbre de ir escribiendo el cuaderno de ruta (la bitácora marinera) de los acontecimientos del centro de trabajo a partir de ahora. Salvando las distancias, algo parecido a lo que los viejos cronistas locales escribían de su ciudad. [Me acuerdo de la minuciosidad con que lo hacía el cronista de la ciudad de Santa Fe, allá por los años cincuenta]
Hoy se cuentan con muchos medios (que, cada vez son más manejables) para proceder a escribir el cuaderno de bitácora del centro de trabajo: los ordenadores, los móviles que fotografían, las agendas electrónicas y, ¿cómo no?, los blogs que empiezan a despuntar en las secciones sindicales. O, por ejemplo, el gran almacén informativo que representa el cibercotidiano boletín de comfia, que cuenta ya con un material archivístico de primer orden.
Entiendo que esas biografías de la comunidad social que es el centro de trabajo tienen las siguientes utilidades: 1) aprender de las experiencias de todo tipo para el ejercicio de la acción colectiva del movimiento de los trabajadores, 2) preservar los `hechos y dichos´ de todos los que han intervenido en el desarrollo de dicha comunidad, y 3) facilitar un importante material para la historiografía académica. Ahora bien, dicha documentación puede servir, en mi opinión, para que el sujeto social –en el sentido corriente del término `sujeto´, esto es, como ser pensante-- se imponga cotidianamente ajustar las cuentas consigo mismo de lo que es, de lo que va siendo sin suponer que los datos y las realidades están definitiva y canónicamente dadas. También la memoria histórica puede servir para ello.
P/S Comoquiera que estamos hablando de la memoria, diré que fue
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