viernes, 14 de septiembre de 2007

SINDICALISMO Y POLITICA



En el ejercicio de redacción que hice ayer (“Las pensiones y el referéndum”) relataba algunos de los pronunciamientos que ciertas fuerzas políticas de izquierda en torno al preacuerdo entre los sindicatos italianos y el Gobierno de Prodi y, más concretamente, del apoyo que dichos partidos están dando al pronunciamiento –contrario al pacto— de la federación metalúrgica de la FIOM. Como quedó escrito, un servidor volvía a reclamar su vieja tesis sobre las dos independencias entre sí: la sindical y la de los partidos políticos. Lo que implica, naturalmente, que a la autonomía de juicio de la política sobre los asuntos sindicales, también corresponde a los sindicatos dar su opinión sobre los comportamientos de los partidos políticos. Porque siempre me pareció que cuando el sindicalismo juzgaba de manera poco amable a los partidos, los militantes de éstos con responsabilidades sindicales ponían cara de pocos amigos.


Ahora bien, los asuntos italianos que estamos tratando vuelven a poner a debate no ya el viejo asunto de “las relaciones entre partido y sindicato”, sino entre el sindicalismo y la política. Porque yo veo las cosas de la siguiente manera: actualmente nos encontramos con que el sindicalismo confederal español ha alcanzado las cotas más elevadas de independencia con relación a los partidos; es posible –no lo digo categóricamente-- que unos sindicatos más que otros, pero, en todo caso, ya no se puede hablar con propiedad de la existencia de una correa de transmisión del partido (el que sea) al sindicato (no importa cual). Si esto es así, como creo, el debate parece estar entre las relaciones del sindicalismo y la esfera política partidaria y el cuadro institucional. (Me dice el amigo, siempre lúcido, Isidor Boix que le está dando vueltas al asunto y que sobre ello escribirá algo para su blog, Isidor Boix. Todos nos aprovecharemos de las reflexiones de nuestro compañero, y de paso se dará cumplida cuenta en esta bitácora).


Sobre este tema (los sindicatos y la política) vengo tomando apuntes desde hace tiempo. Especialmente desde que, quien en la blogosfera se hace llamar Anselmo Lorenzo, un destacado sindicalista y un notable contractualista, escribía en este blog llamándole la atención a los que, chispa más o menos, calificaba como “sindicalistas neutrales” o algo por el estilo. En resumidas cuentas, la tesis anselmiana era que existen importantes sindicalistas que son indiferentes al cuadro político institucional. Y para hablar en plata, lo mismo les da que gobiernen las izquierdas o las derechas. Otra cosa, apunto yo, es que el sindicalismo (y los sindicalistas) deben juzgar autónomamente las políticas de unos y otros por sus contenidos concretos y sus realizaciones concretas. De ahí que Anselmo sacara a colación mi propia tesis: el sindicalismo debe y tiene que ser independiente, pero no indiferente.


Me importa decir que una (no todas) de las razones de la muy avanzada independencia del sindicalismo con relación a los partidos se debe al incremento del poder contractual del sindicalismo sobre asuntos que anteriormente estaban reservados a los partidos. Lo que motivó, andando el tiempo, la gradual desaparición, por parte de los sindicatos, de una concepción que sólo y sólamente les reservaba los salarios y las condiciones laborales en el interior del centro de trabajo. Una tesis y una práctica defendida a capa y espada por los partidos socialistas, socialdemócratas y comunistas. El sindicalismo dejó poco a poco de ser la criada o la hijuela de los partidos, especialmente en estos asuntos. Y, a partir de ahí, fue reconstruyendo su propio andamiaje. Digamos, pues, que estas emergencias sindicales explican, aunque en parte, la crisis de identidad de las organizaciones políticas, porque ahora tienen que ´competir´ con el sindicalismo en ciertos espacios, por ejemplo el Estado de bienestar (welfare), anteriormente reservados exclusivamente a los partidos.


Bien, yendo por lo derecho: si nos encontramos ahora con unas personalidades avanzadamente independientes entre sí (sindicatos y partidos), ¿podemos inferir de ahí, como dicen algunos, que se está abriendo paso a una indiferencia de los primeros hacia el cuadro político institucional? Yo no tengo respuesta, de momento, a esta afirmación que de manera taxativa oigo de algunos cofrades míos. Es más, ni siquiera sé si la cuestión está planteada de manera razonable. De ahí que espere con impaciencia que Isidor Boix empiece a abordar el tema. Naturalmente no es una discusión academicista, sino algo que puede ofrecer más comprensión sobre la actual personalidad del sindicalismo español. Ahora bien, no estamos ante una problemática española. Porque los niveles de independencia del sindicalismo español nada tienen que ver con lo que ocurre en otros lugares. Véase, por ejemplo, cómo un mandatario latinoamericano –de matriz neomacmahonista— afirma que “eso de la independencia sindical es un cuento chino”.


Por último, para picar la curiosidad de más de uno, pregunto: ¿habéis leído las observaciones del barbudo de Tréveris en su áspera confrontación con los lassalleanos sobre `los sindicatos y la política´. Me reservo la cita por si los amigos del nuevo Mac Mahon quieren entrar al trapo.

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