jueves, 14 de julio de 2016

La derrota de Ciudadanos




Me indican voces carentes de todo crédito que la voz funcionarial de Rajoy paralizó a Albert Rivera y su caballo camino de Damasco. Y como al primer secretario de organización del cristianismo le gritó el legendario «¿por qué me persigues?». Los murmuradores de doble filo atribuyen a tan inquietante interrogación el espectacular giro de Ciudadanos, la derecha menor. No parece creíble esta explicación. De ahí que nos veamos obligados a proponer otra hipótesis más mundana.

Primer acto

Albert Rivera se creyó como otros dioses menores que era el Enviado de la Renovación en la Tierra y que, por ello, los días de Rajoy estaban contados. Tras los resultados de las elecciones municipales y autonómicas puso en marcha una estrategia versátil: en determinados lugares propició los gobiernos de Anás; en otros facilitó las cosas a Caifás. Albert Rivera calculadamente Jano bifronte. Posteriormente en diciembre consigue unos resultados electorales cuantitativamente insuficientes aunque cualitativamente importantes. Animado por lo uno y lo otro su derecha menor arremete contra Rajoy al que, dice, no quiere ver en pintura. Y caracolea así: puedo pactar con el Partido popular, siempre y cuando se retire Rajoy y sus presuntos implicados. Si no lo hace, sabiendo de antemano que Sánchez no puede formar gobierno, hago un remedo de pacto con el PSOE como amenaza a Rajoy. No fue posible la investidura de nadie: Mariano no se presentó y Sánchez no alcanzó el necesario quórum.

Segundo acto

Tras la convocatoria de nuevas elecciones, la derecha menor pierde escaños. Rivera encaja el golpe con una aproximada elegancia, pero aparenta mantener la misma línea de comportamiento que en la primera campaña: Rajoy no es de fiar, el Partido Popular es una selva de podredumbre que nos lleva al despeñadero. Así que este caballero debe retirarse al ángulo oscuro del salón, allá donde el poeta dice que está el arpa.

Ahora bien, en un momento dado –la frase preferida por Cruyff--  Rivera toma nota de una novedad inquietante con relación a la fase anterior: Rajoy anuncia que se presenta a la investidura. La amenaza de nuevas elecciones está encima de la mesa. Pero en esta novedad hay algo más: Albert Rivera sabe que su izquierda menor ha sido derrotada por la competencia. Esto es, Mariano le ha doblado el pulso. Y más todavía, que los apoyos de ciertos poderes financieros le abandonan. Se ha impuesto la lógica del tanto tienes tanto vales. Así pues, Rivera no tiene más remedio que disfrazarse de meandro: del no pasamos a la abstención. Y se estructura la justificación del giro. Lo hacemos, convirtiendo la derrota en responsabilidad, en aras a la gobernabilidad. De una gobernabilidad entendida como virtud teologal, no como técnica laica.


En resumidas cuentas, es la derrota sufrida a manos de Mariano Rajoy lo que ha llevado a Ciudadanos a desdecirse de su posición. De aquí sacamos lo siguiente: una, no seas tan rotundo si no tienes la fuerza suficiente para mantenerte en tus trece, que es una variable dependiente de lo que dijo el famoso secretario florentino: «No se debe amenazar sin tener los medios de cumplir la amenaza», en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio; dos, Albert Rivera ha confundido Cataluña con el resto de España. En Cataluña lo políticamente naïf puede tener un determinado predicamento, fuera –además de inteligencia--  los colmillos retorcíos siempre estuvieron a la orden del día. Y Albert Rivera todavía tiene los dientes de leche. 

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