Atención:
la carta de Junqueras coincide a cosica hecha con la presencia en Barcelona de Pedro Sánchez y en puertas
de su encuentro con Pere Aragonès. Lo
que indica que las cosas se están moviendo a velocidad de crucero. De un lado,
se está entrando en una cierta realpolitik
y, de otro lado, sus adversarios (las derechas carpetovetónicas y de Waterloo)
empiezan a tener problemas. Los ´barones´ más notables del Partido Popular han
manifestado que no asistirán a Colón—2; los de Waterloo empiezan ya a dibujar
una cierta cesura entre los de la fe del carbonero y lo que otean que las
piquetas de los gallos indican un cambio de aires.
Hay
quienes tienen el colmillo retorcío y
afirman que nada ha cambiado. De hecho, los que desde la política dicen esa
estolidez, expresan impotencia e incapacidad y, sobre todo, miedo a que se
encuentre una vía que, gradualmente, vaya pacificando el litigio. Eso sería la
demostración del fracaso de la derecha tan caballuno como el fracaso del
independentismo con toda la quimera del procés.
Pánico, además, en casa Casado porque ello podría llevar a una definitiva
pérdida de prestigio de su primer dirigente, incapaz de estar en la onda de la
solución del problema e inepto para sacar al partido de la ciénaga de los casos
de corrupción.
Las
cosas, claro que sí, están cambiando. Se necesita, con todo, una mirada
microscópica para ver los detalles pequeños del giro de Junqueras y una mirada en
lontananza para aproximadamente prever hacia dónde se dirige este cambio. Y,
sobre todo, calma. Calma vigilante, pues –con ser importante y positivo el junquerazo-- todavía no sabemos qué tipo de reacción
tendrán eso que se llaman las bases. Pero
de algo podemos estar relativamente seguros: la política se ha puesto el traje
de faena en Cataluña. Por cierto, todavía el PP tiene su sede en la calle
Génova. ¿No decían que…?
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