Sobre la «invisibilidad» del sindicato
Recientemente el profesor Antonio
Baylos ha publicado un importante artículo en su blog:
LA INVISIBILIDAD DE LAS MANIFESTACIONES
Y CONCENTRACIONES SINDICALES. Comparto lo que dice. Y, comoquiera
que en el fondo plantea un debate para salir de dicha invisibilidad, me pongo a pegar la hebra con estas consideraciones
´de acompañamiento´.
1.-- Habrá que mirar ampliamente por toda la
geografía del trabajo para ver dónde está dicha invisibilidad. Que es cierta.
Ahora bien, si partimos de los datos, especialmente los referidos al ecocentro
de trabajo, se ha de partir indudablemente de los resultados del reciente ciclo
de las elecciones sindicales en Cataluña.
Las fuentes que tenemos –aparecen hoy
en La Vanguardia-- nos dicen lo
siguiente: 51.353 delegados en total. De ellos, el 41,6 por ciento corresponden
a Comisiones Obreras, el 38,7 a UGT, el 4,5 a USO, el 2,8 a CGT y el resto a
candidaturas diversas. Primera consideración: el sindicalismo confederal
alcanza aproximadamente el 88 por ciento
de la representación en los centros de
trabajo. Es un elevado porcentaje que explica un reiterado consenso del
conjunto asalariado con las organizaciones sindicales. Seamos claros: no se vota en el centro de
trabajo a un cuerpo invisible. Se vota lo conocido, lo que –a lo largo de un
mandato-- muestra utilidades concretas.
Los datos, que son tozudos, lo demuestran.
Cómo trasladar la visibilidad del sindicalismo en su territorio natural al exterior, es ya
harina de otro costal A mi juicio, sin
obviar el planteamiento de Antonio Baylos, el problema no está fundamentalmente
en la invisibilidad del sindicato en la calle o, si se prefiere --como dicen
otros-- en «la sociedad», sino en la
necesidad de tener mayor protagonismo en el ecocentro de trabajo.
2.--
Recientemente he leído la autobiografía de Juan Guil, veterano sindicalista del Vallés Occidental. He
tenido el honor de hacer el prólogo de este libro, que –en estos
momentos-- está en fase de corrección de
galeradas. La lectura de las memorias de Guil me ha hecho retomar algunas ideas
que he venido sustentando desde hace muchos años y que tienen que ver con lo que estamos comentando. En el sindicalismo español coinciden
simultáneamente dos estilos que chocan entre sí. Un estilo paradójico. Dicho
esquemáticamente, esta paradoja se muestra así: de un lado, un sector amplio no
valora suficientemente los éxitos que consigue la acción sindical colectiva; de
otro lado, el sector que siempre está insatisfecho con lo que no se
alcanza.
Hablando en plata: los primeros actúan como si fueran frailecillos
franciscanos, que esperan el premio por su buenas obras en el Cielo; los
segundos, patológicamente cenizos, hacen abstracción de las relaciones de
fuerza y poder. Los primeros no exhiben
su propia fuerza colectiva y los avances (cuando los hay, ciertamente); los
segundos no sólo conducen a un pesimismo paralizante, sino a algo peor: el
nihilismo. Naturalmente, no estamos proponiendo abrazar el triunfalismo, ni el
panglossimo. Tampoco estoy planteando atemperar la insatisfacción, simplemente
señalar la ineficacia de ella cuando es patológica. Simplemente lo que se
expone es una corrección del carácter de esta paradoja que nos viene desde los
tiempos de María Castaña.
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