martes, 26 de febrero de 2019

El diputado mosca cojonera


Existe el diputado mosca cojonera, aunque la taxonomía  política no la recoja. Tal vez la culpa de ello esté en la enorme fuerza del concepto diputado jabalí, que acuñó en su día José Ortega y Gasset. «Hay tres cosas que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí», dijo el filósofo en el Parlamento de la Segunda República. Pero ello no quita que en tan encumbrada  zoología no exista el diputado mosca cojonera. Pongamos que hablo de Gabriel Rufián.

La cosa viene a cuento porque Joan Tardà –mitad Júpiter, mitad Mercurio--  ha decidido cortarse la coleta como diputado a Cortes. Los motivos de ello son las recurrentes «razones personales». Cuesta trabajo creérselo porque este caballero está forjado con el hierro de la política: tonante en la mayoría de las veces, tierno en las menos; estridente casi siempre, como los platillos y el bombo, frágil en las menos como el antiguo caramillo. Diputado jabalí en las grandes ocasiones y, simultáneamente, paloma torcaz. Siempre, eso sí, un hombre  echao p´ alante. Don Joan, así pues, deja Madrid. El Madrid de Antonio Machado y otros padres republicanos, tan de actualidad hoy en Cataluña. Le sustituye Gabriel Rufián, según se cuchichea en los mentideros, tabernas y barberías de Barcelona.

La primera impresión, tras la noticia, es que Esquerra Republicana de Catalunya, renuncia a hacer política en Madrid. Que es donde se cuecen las habas. Cierto, Tardà es un patrón de bajura. Pero Rufián es un marinero de agua dulce, y eso les diferencia. Don Gabriel es, ante todo, un diputado que busca constantemente la mirada de sus radicalmente simétricos. Su reconocida técnica es el manejo del selfi—protesta como servicio a Cataluña. En todo caso, hoy por hoy es una aproximada garantía de que no hará política, al menos, digna de ese nombre en Madrid por parte de los independentistas. Habrá en todo caso, los picotazos de la mosca cojonera, flagelo superficial del escroto de sus adversarios.

Puede ser que Tardà se haga cargo de la dirección de ERC en previsión de  lo que pueda ocurrirle a Oriol Junqueras. Es decir, como primer espada en la encarnizada lucha por la mayoría –y posterior hegemonía--  de su partido frente a los  (tendenciales) restos del gran convergente. En esa batalla a cara de perro va ganando Esquerra. Mientras que los post convergentes siguen como pollos sin cabeza, los de Junqueras van tejiendo a la chita callando una red de nuevos socios. De momento han recogido en sus faldones al grupo de Elisenda Alamany que abandonó los bártulos de los Comunes, tal vez harta de no pisar la tierra. 



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