viernes, 10 de noviembre de 2017

La rectificación de la Forcadell

(Cavilaciones tras la detención, encarcelamiento y puesta en libertad de Carme Forcadell)

Las declaraciones de la presidenta del Parlament ante el juez del Tribunal Supremo serán, a todas luces, pasto de todo tipo de comentarios en la campaña electoral que se avecina en las elecciones autonómicas de Cataluña. Forcadell y sus compañías de expediente han rectificado las paredes maestras de todo lo que han venido diciendo y haciendo en los últimos meses. O sea, la declaración de independencia era «simbólica», se acata, la Constitución, el 155 y todo lo que saldrá cuando se filtren las declaraciones de esta señora al Juez. Como es natural, cada quisque organiza su defensa como le es más conveniente. Es su derecho. Ahora bien, se nos va a permitir que digamos que han caído en una doblez o, si se quiere, en una escisión entre, de un lado, el ethos político y  ético y, de otro lado, en su defensa personal ante el Magistrado del Alto Tribunal. No me atrevo a censurarlo. Pero sí puedo reflexionar sobre la radical separación entre unas cosas y otras. Lo facilón sería, desde luego, exigir a unos dirigentes políticos que asumieran el famoso dicho de «a lo hecho, pecho». Como por ejemplo, lo hicieron famosos dirigentes de antaño como Marcelino Camacho, Cipriano García y otros presos políticos de antaño que no se disfrazaron de noviembre para no infundir sospechas. Pero hacer esto significaría tener otra pasta.

Forcadell y su compañía son libres de escoger la defensa más conveniente. Pero hay una parte de sus recientes biografías que ya han sido socializadas por centenares de miles de personas que, tal vez, ahora se sientan atribuladas por la rectificación ante el Magistrado. Lo que hicimos era «simbólico», afirman. Pero políticamente aquellos hechos tuvieron una fisicidad concreta con consecuencias calamitosas de todo tipo en la sociedad catalana.

Ahora, dicha rectificación podría conllevar una profunda desazón en el movimiento independentista. Por su mala cabeza, cosa que no lamentamos. Ahora, tal rectificación podría concretarse en grietas, de complicada reparación, en el fermento escatalógico: algunos predicadores de la salvífica solución catalana han colgado los hábitos. Los fraticelli se han convertido en ortodoxamente dominicos.

Claro, cada cual baja las escaleras como puede o sabe. Y cada cual elige salir del atolladero como Dios le da a entender. Y, repetimos, está en su derecho. Pero políticamente ahora tienen que asumir las consecuencias de la rectificación, ya sea forzada o fingida. No vale esconder la explicación pública en argucias por legítimas que sean. En definitiva, un clamoroso traspiés del procés que podría tener enormes consecuencias.  


En todo caso, la declaración de Forcadell en el Tribunal Supremo pone en evidencia los chicoleos de Puigdemont en Bruselas.  Su twitter tendrá que reinventarse.


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